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¿Más presupuesto o mejor gasto en educación? Autor : Lucas Sempe

Lucas Sempé / EDUCACCIÓN Lamentablemente, de acuerdo a una última medición del INEI, el Perú ha tenido un retroceso en términos de disminución de la pobreza, donde el perfil geográfico de la misma ha cambiado, habiendo más pobres en ámbitos urbanos que rurales. Extensa investigación nos señala y explica que la pobreza tiene múltiples causas (estructurales, coyunturales, etc.) así como consecuencias en diversos ámbitos fundamentales de la vida: la incidencia de la anemia infantil está correlacionada con mayores índices de carencias materiales, así como los resultados de aprendizajes de muchos estudiantes se explica por características externas a la escuela misma. Ello se confirma, por ejemplo, por León y Valdivia (2015), donde hacen una estimación de los efectos de los recursos escolares en las competencias educativas encontrando efectos considerables (hasta 1 desviación estándar) dependiendo de los recursos con los que la escuela cuenta y su ubicación geográfica. Es así que la pregunta del título cobra sentido en la discusión de la intersección entre pobreza y educación. Y la respuesta afirmativa a ambas preguntas, lo que probablemente la mayoría de lectores concuerda, no necesariamente es tan simple de hacer. Por ejemplo, una postura a la vez autorizada y polémica en el contexto norteamericano, es la de Erick Hanusheck (2006), quien sostiene que mientras el gasto público en educación ha aumentado durante las últimas cinco décadas ello no muestra de manera consistente mejoras en los aprendizajes de los alumnos. Ello se explicaría, según su análisis, porque el gasto se ha concentrado en los inputs equivocados (por ejemplo, la disminución de la ratio entre estudiantes-docente, según sus cálculos), y concluye que más relevante es el cómo se

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gasta que cuánto se gasta. Siendo que Perú y otros vecinos no tienen el nivel de gasto en educación de Estados Unidos, no necesariamente podemos incluir sus conclusiones a nuestro territorio (en otros términos, todavía no llegamos a tener ese problema). Por eso el Proyecto Educativo Nacional establece como política pública llegar a una meta de financiamiento de la educación equivalente al 6% del PBI del país, haciendo unos de comparaciones regionales (Brasil, Argentina, Costa Rica, por ejemplo, tienen un umbral de gasto en ese nivel). Al mismo tiempo, no deja de ser importante la discusión del cómo y dónde se hace el gasto público en educación. Aquí un par de ejemplos de la variación en el presupuesto que puede iluminar cómo se pueden tomar decisiones al respecto, más allá de discutir el mérito de las decisiones. Si se revisa la ejecución del presupuesto de educación básica en los últimos años (ver gráfico abajo), se observa que el crecimiento de los recursos del gobierno nacional ha sido significativamente mayor en proporción a los otros casos. De hecho, si se corrigen los valores de la inflación, entre 2014 y 2017, se encuentra que los recursos destinados a los gobiernos locales han decrecido en el periodo en 2.3%, mientras que el presupuesto de los Gobiernos Regionales crece 11%, y el Gobierno Nacional crece en 28%, es decir, 2.5 veces más que el anterior. Ello se explica, entre otros, todo por la decisión de concentrar el gasto de infraestructura en el PRONIED (donde se registra un aumento de 80% entre los años 2014 y 2017, pasando de 500 a 900 millones).

Fuente: Consulta Amigable - MEF Otro ejemplo de las decisiones que se toman es el gasto público por alumno, donde hay diferencias muy relevantes entre los extremos (donde Moquegua gasta 2.85 veces más que el Callao, y 1.78 más que el promedio nacional) (ver Figura). Otro aspecto que llama la atención es el hecho de que regiones más pobres como Apurimac, Ayacucho y Huancavelica estén arriba en el ranking de gasto, teniendo las última dos importantes incrementos en el último año. También llama la atencion el hecho de que Tacna, con buenos resultados educativos en la ECE (considerando que son apenas un proxy relativo de la calidad, aunque con varias aristas por discutirse), tenga un gasto por estudiante relativamente bajo, considerando por ejemplo, que su ratio de estudiante por docente (11) está por debajo del promedio nacional (14).

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Fuente: Escale - MINEDU En conclusión, considero que es necesario afinar tres elementos en relación a la política presupuestal en educación, que podrán ser discutidos en posteriores entregas. Primero, que el presupuesto público tiene un grado de flexibilidad (a pesar de ciertas restricciones legales y obvios compromisos como pago de sueldos), y depende tanto de los funcionarios de los distintos niveles de gobierno e instituciones encontrar los balances adecuados de acuerdo a las necesidades y contextos. Segundo, que es necesario volver a una lógica centrada en los resultados (no necesariamente usando la ECE como único criterio, como se ha intentado anteriormente). Ello implica repensar el diseño de los programas presupuestales, la lógica de monitoreo y evaluación, así como la mecánica de asignación, ejecución y control de presupuesto (que ha sido rehén de una disputa entre ´centralistas´ y ´descentralistas´). Finalmente, abrir paso a una revisión discutida en los tres niveles de gobierno sobre la decisión en qué se hace el gasto, y la incidencia del mismo, teniendo como casos de estudio aquellos que han sido exitosos, como Tacna o Moquegua, y buscando otras buenas prácticas en regiones con mayores dificultades contextuales e institucionales. Solo así mala educación y pobreza dejarán de ser sinónimos. Lima, 04 de junio de 2018 Referencias Leon, G., & Valdivia, M. (2015). Inequality in school resources and academic achievement: Evidence from Peru. International Journal of Educational Development, 40, 71-84.

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Hanusheck, E. (2006). School Resources. In: Handbook of the Economics of Education: 865–908.

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